domingo, 13 de abril de 2014

AURORA VALERO, Expone en las Reales Atarazanas de Valencia




EN EL LABERINTO
La variedad de propuestas artísticas que saturan hoy día nuestra cultura, nos deja perplejos y nos ubica en un laberinto
inextricable.
Ante nosotros se extiende un acelerado mundo de vivencias, de sensaciones y de realidades que ponen de relieve nuestro
fabuloso poder de creación, utópico unas veces, y otras, confuso e incluso desesperanzador. Es una situación altamente
compulsiva y extenuante sobre la que es necesario reflexionar desde dentro para encontrar las claves que permitan
interpretarla. Por ahora, demoledora crisis y aventura.
He aquí mi propia aventura inspirada “En el laberinto” y algunos de los planteamientos que le han dado forma.
Desde que en un momento crucial de la existencia somos arrojados en nuestro nacimiento a la tierra y a sus
circunstancias, abandonando definitivamente el océano primordial materno; desde la no existencia hasta afirmarnos como
seres conscientes durante un espacio temporal finito, nuestra vida transcurre en un ir y venir entre la incertidumbre y el
desasosiego transitando por este laberinto sin fin.
El recorrido implica seguir uno o varios trayectos, con o sin premeditación, donde se agazapan la vida y la muerte a cada
paso. Las antiguas cartografías que, sin duda, han dejado su rastro, van quedando atrás, como una especie de signos en
el tiempo. En la incertidumbre del devenir, se impone la búsqueda constante de otras señales intuidas, de vestigios aún
desconocidos y por ello imposibles. Los eternos corredores por los que se transita, a veces con miedo y con angustia, a
veces con la esperanza de encontrar una salida en medio de aullidos y silencios, se bifurcan, se expanden o se contraen
imprevisiblemente. No obstante, en este ámbito, existen recursos para sobrevivir. Uno de ellos, esencial, es la posibilidad
de sentirse libre prescindiendo del condicionamiento inicial; de agarrarse al presente y de soñar, inventar, crear, pintar
sobre el muro, puertas por las que el espíritu se sienta excarcelado. Y en esta circunstancia, el arte, puente al infinito,
engaña, sugestiona, mantiene viva la espera, incita a dejar nuevas huellas y a escapar, siquiera con la imaginación, hacia
otros mundos pensados y sentidos.
El problema es encontrar la salida definitiva y romper el espacio acotado de este enclaustrado encierro al que nos somete
nuestro nacimiento. Desde la materia no existe tal salida. Nuestro destino consiste en ir de un lugar a otro, a tientas,
vertiginosamente o con cautela, pasando por encuentros fortuitos como una exhalación o deteniéndonos en cada uno de
ellos. Sólo el espíritu puede taladrar la roca, y emprender y gozar del vuelo porque es libre.



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